Reciban un caluroso saludo, queridos lectores de
Fundavoz. Desde hace varios meses no publicaba nuevos artículos, ya por
mis múltiples ocupaciones, ya por dejarlos descansar un tiempo.
En esta ocasión quiero abordar un tema que, a mi
parecer, es muy personal y polémico, y a pesar de ello considero importante
tener en cuenta.
Si bien, estos artículos son dirigidos a personas que
han o están atravesando una situación compleja de salud, a sus familiares y a
los profesionales de la salud vinculados a nuestra comunidad, para todos es
claro que los temas de la fe cobran una especial importancia cuando se habla de
salud, por ello es necesario tener en cuenta el asunto y que los médicos
tratantes, los familiares, amigos y en general todos los que rodeen o estén en
una situación compleja, reconozcan que apoyarse en la fe puede obrar grandes
avances a nivel terapéutico y emocional en los pacientes y en quienes le
acompañan en su proceso.
Mi primera observación es respecto al concepto que
los humanos tenemos sobre nuestro propio “ser”, creo que al menos una gran
mayoría hemos llegado a la conclusión de que no somos sólo un “ente” físico,
sino que hay “algo” más que compone nuestra esencia, algo que trasciende, que
se siente, que no se puede ver ni tocar y sin embargo creemos que existe dentro
o fuera de nuestro cuerpo; ese “algo” adquiere relevancia cuando llegamos a un
proceso o una etapa importante de nuestra vida, llámese crisis, enfermedad,
madurez, etc.
Por otra parte, y gracias a un amplio bagaje cultural
al respecto, he aprendido con los años, que el ser humano a través de la
historia ha tenido la obligada necesidad de creer en algo o en alguien, interno
o externo a su materia, que le permita explicar todos aquellos sucesos que a simple
vista ó científicamente no tienen
explicación; se ha presionado a sí mismo para encontrar permanentemente las
respuestas a todas sus dudas, inquietudes e incertidumbres y es allí –entre
otras tantas razones– que surge la fe.
En lo personal, interpreto la fe como la “confianza”
y pienso que sin importar que un individuo crea en Shiva, Buda, Jesús, en sí
mismo, Alá, Mahoma, etc. Tener esa “confianza” le imprime a los procesos de la
vida –en el caso de los pacientes Fundavoz, a los procesos de enfermedad/salud–
un valor agregado, porque permite que siempre exista esa posibilidad de que la
situación mejore o en el peor de los casos, aporta la fortaleza para enfrentar
las circunstancias como un reto o una oportunidad para aprender, dar, servir y
amar. Entonces también es importante saber la diferencia entre fe y creencia,
ambos términos ¿pueden o deberían ir de la mano?, no obstante, ¿se puede tener
fe sin creer en “algo o alguien”?; les dejo la incógnita pendiente,
considerando que todos tenemos derecho a opinar y a ser diferentes o iguales a
los demás, y que nadie, mucho menos yo, tiene la verdad absoluta en nada.
Siguiendo con el tema, la confianza o fe nos permite
sonreír en cualquier circunstancia, ver las situaciones de tensión como
experiencias para enriquecerse y ayudar a otros, analizar la muerte y la forma
como hemos o estamos llevando nuestra vida, tomar acción decidida y esperanzada
en el proceso y a veces, incluso, en el resultado; tener el control mental ante
la desesperación, la ansiedad y la depresión, afrontar el rechazo y aprender a
auto-incluirse socialmente, reírse de las propias limitaciones y trascenderlas,
vivir, soñar, creer que todo puede ser mejor y hacer parte de ello.
Semanalmente escucho a mis pacientes hablar de sus
problemas y de sus posibles formas de afrontarlos y resolverlos, y reconozco en
todos la importancia de la fe, no me pregunten: ¿fe en qué?, cualquier cosa que
les impulse a tomar acción, que los llene de positivismo y de energía vital
para mí es válido, considero que se vale mantenerse firme en las creencias de
la infancia, se vale arrepentirse y cambiarse a las creencias que mejor se
acomoden al gusto o las necesidades, se vale ser escéptico, ateo, libre
pensador, se vale tener fe y/o creer en lo que sea, lo que firmemente creo que
NO se vale es que la fe o las creencias de alguien se fundamenten en acciones
egoístas y discriminantes hacia quienes le rodean.
La acción tiene un valor trascendental al igual que
las palabras, por ello, son nuestras acciones y nuestras relaciones
interpersonales las que nos definen como seres humanos.
Y bueno, yo soy una simple soñadora que espera que la
fe sea la llave que abre las puertas del amor hacia todos los seres vivientes,
que sea el camino del respeto por las costumbres y creencias de todos, que a
través de la fe el perdón sea parte de nuestra existencia y que todos sean
bienvenidos en nuestra mesa sin discriminación de credo, dogma o raza, que la
fe nos lleve a una mayor conciencia humana y social, a ver si, de una vez por todas
nos comprometemos a hacer parte del anhelado cambio.
Creo que todo puede ser mejor y que tenemos un gran
poder interior para que así sea, creo y veo todos los días que para los seres
humanos existe la importancia de la fe.
Con cariño!
Tatiana Jiménez Vásquez
FUNDAVOZ
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