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martes, 27 de julio de 2010

Boletín N° 5 Julio Año 2010


Placebo: el poder de la mente
Un placebo es una terapia que no tiene eficacia médica, pero que puede mejorar los síntomas si el paciente cree que en realidad está tomando una medicina. Durante siglos se usó el veneno de serpientes venenosas, diversas raíces, plantas y secreciones y hasta excrementos como placebo, pero hoy se le da ese nombre a cualquier sustancia farmacológicamente inerte que genere una mejoría en la persona que la consume creyendo que se trata de un medicamento. También se puede considerar placebo un procedimiento quirúrgico o un tratamiento psicoterapéutico que sea capaz de provocar un efecto positivo en quienes están convencidos de la efectividad del tratamiento.
En investigación médica los placebos se emplean para comparar fármacos y procedimientos que prueben su acción, eficacia y efectos colaterales. Sin embargo, aún cuando teóricamente sea inerte; el placebo en el ambiente médico se acompaña de respuestas psicosomáticas que pueden observarse, medirse y percibirse como mejoría física y mental del paciente.
Y el efecto placebo no es baladí ni infrecuente. Provoca cambios positivos, si se cree en la mejoría, incluso iguales o superiores a los que se esperan de los remedios convencionales. Pero si la enfermedad mejora con placebo significa que parte del problema puede estar en la mente, por eso, se presentan casos de curaciones cuando se trata de condiciones fáciles de tratar y que responden ante una buena sugestión.
Un ejemplo de ello quedó registrado en el protocolo del doctor J. Bruce Moseley, quien realizó varias cirugías simuladas en rodillas dolorosas; es decir, solo hizo incisiones sobre la piel sin trabajar en las articulaciones propiamente, y seis meses más tarde todos sus pacientes estaban recuperados por completo y sin ninguna molestia. La conclusión fue que la mejoría se debió al efecto placebo. Quizá estas personas no hubieran mejorado sin la supuesta intervención.
El aspecto más importante a tener en cuenta es que los placebos obran solo en enfermedades donde existe cierto componente psicosomático, aunque hay que reconocer que no existe patología que no esté influenciada por la emoción y la sugestión.
¿Cómo actúa en el cerebro?
Si bien es cierto que hay que confiar en que las fuerzas curativas del organismo están para arreglar cualquier desajuste y que el impuesto natural de la vida es sanarse, es importante distinguir cuándo se puede utilizar un placebo y en qué ocasiones es obligatorio recurrir a los medicamentos científicamente comprobados. Los placebos han servido para tratar condiciones como la enfermedad ácido péptica, los problemas digestivos, la depresión, para aliviar el dolor y han sido tan eficaces como algunos psicotrópicos. Esto quiere decir que tienen excelente desempeño cuando los estados de ánimo determinan el padecimiento., pero son incapaces de curar un infarto, el cáncer, una apendicitis o un pulmón perforado, así como tampoco pueden prolongar la vida.
De otra parte, como son varios los factores que intervienen tanto en la evolución de cualquier dolencia como en el proceso de recuperación, es difícil establecer con exactitud qué produjo la mejoría. La evidencia estadística sugiere que gran parte del efecto se debe a acciones inespecíficas.
De ahí que cuando se trata de sanar una enfermedad con una causa predominantemente biológica llega a ser muy peligroso utilizar un placebo, ya que se pierde tiempo valioso de tratamiento efectivo y, además, los placebos no siempre están libres de complicaciones.
Lo humano nunca es perfecto. A pesar del rigor científico toda verdad es parcial y pasajera; entonces, placebo es ese algo más que explica la acción terapéutica, sin ser un fenómeno etéreo, ni mágico, solo se refiere a lo desconocido por ahora. En otras palabras, es ese algo que no alcanza a saberse, muchos pueden llamarlo fe o sugestión, y en ese sentido la ciencia es consciente de sus limitaciones.
Así que el efecto depende de lo que se estudie: si se trata de la tensión arterial o de la cifra del colesterol, hay poco espacio para el placebo por que la medición se hace con instrumentos estándares; en cambio, si lo que se valora es la intensidad de dolor; angustia o tristeza, predomina la subjetividad, y el efecto placebo tiene grandes posibilidades.
Pero, ¿por qué es tan eficaz? Los fenómenos corporales y del mundo son eventos cerebrales. La mente se ubica en redes de células nerviosas que representan sucesos, estímulos provenientes de órganos de los sentidos, así como de memorias, ideas y emociones, al igual que los mensajes bioquímicos provenientes del cuerpo.
Un estudio científico demostró que cuando una persona cree que va a tomar una medicina, su cerebro activa una región vinculada a la habilidad de experimentar un beneficio o una recompensa, el núcleo accumbens y segrega dopamina, provocando alivio al dolor. Los investigadores descubrieron así que el grado en que una persona responde a un tratamiento de placebo está vinculado íntimamente a la actividad que registre el área del cerebro destinada a obtener un beneficio o una recompensa.
Las sensaciones y pensamientos, la subjetividad y el lenguaje, conllevan conexiones neuronales complejas que modifican la neuroquímica y esta, a su vez, altera el funcionamiento corporal. De ahí que las esperanzas se relacionan con el bienestar físico a través de neurotransmisores, como opiáceos endógenos y catecolaminas. Además, no se puede negar que el ritual médico, la atención y solidaridad promueven un ambiente alentador que reduce la ansiedad y favorece la curación.
¿Y la ética médica?
Pero aquí surge el dilema ético al usar placebo, ya que cuando el médico asegura a su paciente que la prescripción es un medicamento farmacológicamente activo entra en un conflicto moral, puesto que no debe engañarse a los pacientes, y los tratamientos deben curar por el compromiso que se adquiere con el juramento hipocrático. Algunos médicos están a favor de hacerlo, otros están en contra y, a algunos más, no les preocupa, pues lo consideran un asunto pragmático, solo buscan eficacia sin detenerse a pensar en el mecanismo, solo les interesa el aprovechar la capacidad de sugestión con el fin de agotar todos los recursos.
A esto se suma que al tratar a un paciente hay efectos predecibles, así como otros espontáneos y del azar. La simple decisión de consultar con un especialista produce cierta sensación de control; los símbolos y rituales en la consulta médica dan confianza y las explicaciones alivian, aunque el diagnóstico no sea el mejor. Nadie niega que se produce mejoría cuando la incertidumbre ante una dolencia disminuya y cuando la ansiedad cede. Hablar con optimismo realista sobre la enfermedad y el tratamiento, y que el paciente pueda ser parte activa en el proceso de recuperación también genera bienestar; ya que el mal se vuelve conocido y controlable. Así que el éxito terapéutico depende de la efectividad de los procedimientos, las expectativas del tratamiento, al igual que de una buena relación médico – paciente y del deseo de vivir. La medicina moderna tecnificada no sustituye la empatía ni la intuición; las esperanzas son cruciales para el desenlace y es entonces cuando la fe, la motivación y otros afectos influyen en la colaboración y adhesión al tratamiento, por lo tanto en el pronóstico y la óptima recuperación.

Tatiana Jiménez V.
FUNDAVOZ
Con la asesoría del Dr. Santiago barrios
Psicoanalista M.D.

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